Las venas que garantizan el funcionamiento mundial de la banda ancha, en realidad, se mueven por debajo del agua en cables de fibra óptica que cruzan océanos, mares y lagos. Concretamente el 99% de las telecomunicaciones digitales entre continentes y países separados por el mar viajan de esta forma.
Internet consiste en diminutos fragmentos de código que se mueven alrededor del mundo, viajando a través de cables tan delgados como un mechón de cabello tendido a través del fondo del océano. Los datos se desplazan de Nueva York a Sydney, de Hong Kong a Londres, en el tiempo que te lleva leer esta palabra.
Casi 750,000 millas de cable conectan los continentes para apoyar nuestra insaciable demanda de comunicación y entretenimiento. Las compañías generalmente han reunido sus recursos para colaborar en proyectos de cable submarino, como una autopista para que todos compartan.
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